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Cuando el agua almacenada entre los neumáticos y el asfalto no puede ser desplazada, se produce lo que se conoce como aquaplaning. Es decir, se reduce la adherencia con la superficie de la carretera y el neumático pierde poder de tracción, lo que hace que el vehículo patine y perdamos el control en la conducción.

En el aquaplaning influyen dos factores: el neumático y la velocidad. Cuanto más ancho sea el neumático, más agua necesita evacuar, por lo que el efecto aparecerá antes. De la misma manera, el dibujo de la rueda y la profundidad de los canales son determinantes. También influye la velocidad, ya que cuanto menos tiempo tenga el agua para evacuarse, más fácil es flotar.

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Elementos para prevenir el aquaplaning

Los neumáticos son clave a la hora de evitar una situación de aquaplaning, por lo que no se debe circular con ellos gastados. Tanto es así, que el Reglamento General de Vehículos exige una serie de condiciones en las ruedas y contempla sanciones en caso de incumplimiento. Lo aconsejable es comprobar periódicamente la presión, ya que si es un 30 por ciento inferior a la recomendada, se incrementa el riesgo de sufrir aquaplaning.

También es importante que el dibujo de las ruedas tenga la profundidad óptima. Los neumáticos nuevos pueden evacuar hasta 30 litros de agua por segundo a 80 km/h, pero con sólo la profundidad mínima legal de la banda de rodadura de 1,6 milímetros, el desalojo del agua se reduce a poco más de la mitad.

Para averiguar la profundidad de la banda de rodadura de los neumáticos, los fabricantes suelen instalar indicadores de desgaste entre las ranuras de la banda de rodadura. Si la huella circundante se ha desgastado al nivel de los indicadores, es el momento de reemplazar los neumáticos en pro de la seguridad. Estos indicadores se sitúan en el flanco del neumático y tienen el símbolo de una gota de agua alineado con cada indicador.

Técnicas de conducción evitar el aquaplaning

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El riesgo de sufrir aquaplaning puede empezar incluso antes de una lluvia torrencial. Las primeras gotas de agua mezcladas con el polvo de la carretera forman una peligrosa y deslizante capa. Por eso, nada mejor que la conducción preventiva para evitar brusquedades en las maniobras.

En días de lluvia intensa o cuando te aproximes a un charco o una zona de la carretera con abundante agua, debes reducir la velocidad poco a poco, ya que frenar violentamente sobre el agua solo consigue empeorar la situación. Si, a pesar de intentar evitar entrar en un charco, ves que no te queda otra que pisar esa balsa, mantén la calma, toma el control del vehículo, e intenta meter todas las ruedas en la charco y no sólo las un flanco del coche, ya que es más peligroso y proclive a derrapes y trompos.

Si te encuentras en una recta, sujeta firmemente el volante para mantenerlo quieto y levanta el pie del acelerador poco a poco. Si estás en una curva, debes girar el volante lo justo como para trazar la curva, evitando movimientos bruscos, y levantar el pie del acelerador.

Si el vehículo va hacia atrás o derrapa, contrarresta el giro sin pisar el freno ni el embrague, solo rotando levemente la dirección en sentido opuesto al latigazo y acelerando con la máxima suavidad posible. Si por el contrario el coche sigue recto, céntrate en la dirección y olvida los pedales. Gira el volante en sentido opuesto al movimiento frontal del vehículo.

Lo que nunca debes hacer es pisar el freno cuando estés sobre el charco, ya que eso solo haría que pierdas la dirección. Sólo debes accionar los frenos ante la amenaza de un accidente, ya que en la mayoría de los casos las ruedas traseras mantienen el agarre suficiente para reducir la velocidad del vehículo.

Una vez pasado el peligro, sal de la zona a velocidad reducida y toca suavemente los frenos para secar y recuperar la eficacia de los discos y las pastillas. Y recuerda que, pase lo que pase, tu Seguro de Coche MAPFRE te ofrece asistencia en viaje desde el kilómetro cero para ayudarte en este y otros percances que puedan surgir.