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Más allá de si son amortiguadores de gas o de aceite, lo importante de este componente del vehículo es que mantiene el neumático pegado al suelo en todo momento.

Es decir, además de hacer que vayamos más cómodos y que notemos menos los baches e irregularidades del terreno, los amortiguadores son una parte fundamental de la seguridad activa que protege de golpes, impactos y vibraciones tanto a los ocupantes como al resto de elementos del vehículo. Sin embargo, aunque el funcionamiento de los amortiguadores de gas o de aceite sea el mismo, el rendimiento de cada uno de ellos presenta grandes diferencias, y esas son las que veremos a continuación.

Diferencia entre amortiguadores de gas y aceite

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El funcionamiento de los amortiguadores se basa en la circulación del fluido entre los dispositivos internos a través de un conjunto de válvulas que, al paso del mismo, generan una resistencia entre las cámaras.

La posición inicial (denominada fase de expansión) es la que tiene el pistón situado en el centro del tubo de presión y está rebosante del fluido, mientras que el tubo de reserva está parcialmente cubierto.

Cuando la rueda pasa por encima de un bache, se activa la fase de compresión. Es decir, el muelle se contrae y absorbe la energía cinética del impacto. Entonces el pistón entra en el tubo de presión y acciona el amortiguador. El fluido ejerce una fuerte presión sobre el mecanismo, lo que ayuda a asimilar dicha energía y transformarla en energía calorífica para que, finalmente, sea eliminada a través del sistema hidráulico.

El tipo de fluido que se encarga de la mitigación del movimiento es lo que marca la diferencia entre amortiguadores de gas y aceite. Los amortiguadores de gas también tienen aceite, pero sus cámaras, además de contener aire, cuentan con gas nitrógeno, lo que facilita el regreso del fluido a las cámaras haciendo que el contacto de los neumáticos con el suelo sea más rápido.

Amortiguadores de gas

Los amortiguadores de gas presentan muchas ventajas respecto de los de aceite. La principal es que mejoran la adherencia de los neumáticos al asfalto.

El hecho de tener gas nitrógeno es lo que permite que el aceite regrese a las cámaras más rápidamente, haciendo que el agarre en las cuatro ruedas sea mucho mayor en situaciones extremas, como al atravesar curvas pronunciadas a velocidades muy elevadas. De hecho, los amortiguadores de gas son perfectos para conducir por terrenos muy irregulares.

Aunque no eliminan totalmente el riesgo de que el aceite llegue a ebullición, minimizan mucho la formación de burbujas. Esto se traduce en un trabajo más eficaz de este componente.

Son más rígidos que los de aceite, es decir, la absorción del impacto es más seca. Esto hace que el control sobre la dirección y los frenos sea mayor, pero también que se sientan más los baches dentro del vehículo.

Por último, cabe destacar que el nitrógeno reduce la degradación del aceite por el calor, ya que es capaz de trabajar a temperaturas más bajas. Es decir, los de gas son los más duraderos.

Amortiguadores de aceite o hidráulicos

Este tipo de amortiguadores funcionan únicamente con aceite y constan de dos cámaras de aire. Por medio de unas válvulas, el aceite entra de una cámara a otra, según el movimiento del vástago.

No son tan rígidos como los de gas, por lo que no son tan eficientes. Pero en cambio, proporcionan una conducción más suave y confortable, ya que cuando el vehículo entra en un bache son capaces de absorber mejor el impacto, y dentro del habitáculo casi ni se percibe. Además, apenas necesitan mantenimiento.

¿Para qué sirve el amortiguador?

Los amortiguadores se encargan de absorber la energía cuando se produce un desplazamiento en la masa del vehículo al transitar por terrenos irregulares convirtiendo la energía cinética en térmica. Se sitúan entre el chasis y las ruedas del vehículo.

Habitualmente, constan de un eje cromado anclado al vehículo y dos tubos de acero, uno de reserva (situado en la zona exterior) y otro de compresión (en la parte interior). El pistón, ubicado en el otro extremo del vehículo, desplaza el tubo de compresión que, al ejercer presión succiona el fluido haciendo que circule por las válvulas del mismo.

Si el amortiguador es demasiado rígido disminuye el confort, pero si es demasiado blando, se puede llegar a perder el control del vehículo. Además, un desgaste excesivo de este componente puede poner en jaque nuestra seguridad.

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