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La conducción eficiente consiste en buscar la forma de conducir que nos permita ahorrar combustible y al mismo tiempo mantener el coche en un buen estado. Una de las prácticas que se suelen llevar a cabo en este sentido es la de circular en punto muerto pensando que así se reduce el consumo de combustible. Sin embargo, esto no es más que un mito, uno de esos errores al volante que es mejor evitar. Y de eso es de lo que os vamos a hablar en esta ocasión.

¿Consume conducir en punto muerto?

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Conducir en punto muerto con el fin de ahorrar combustible tiene mucho de mito y poco de realidad. Es uno de los errores al volante más comunes que suele confundirse con la conducción a vela, o lo que es lo mismo: levantar el pie del acelerador cuando se circula por una autovía con la suficiente pendiente como para que el coche mantenga la velocidad. Así, el consumo de combustible sí que se reduce considerablemente.

Sin embargo, circular en punto muerto implica desacoplar la transmisión dejando el vehículo a merced de la inercia. Uno de los errores al volante más habituales que priva al conductor y al coche de la capacidad de respuesta inmediata, lo que puede suponer un gran peligro. Y no solo eso, además, puede provocar daños mecánicos en el coche. Te lo contamos.

¿Ahorra combustible?

Muchos creen que cuando se circula en punto muerto el coche no gasta ni una gota de combustible, pero nada más lejos de la realidad. Al fin y al cabo, se necesita quemar combustible para funcionar. Cuando avanzamos en punto muerto, el motor sigue girando al ralentí para que no se cale. Este estado hace que se consuman entre 0,5 y 0,7 litros a la hora. No es mucho, pero puede llegar a ser más de lo que consumiría si metiésemos una marcha.

De hecho, si estuviera la marcha metida, las ruedas y la transmisión, que en este caso estarían acopladas, son las que moverían el motor. Es decir, no haría falta inyectar combustible al mismo.

Frenar en punto muerto

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Otro de los grandes errores al volante relacionados con el punto muerto es el de prescindir del freno motor y hacer el último tramo en punto muerto para, finalmente, frenar. Esta práctica es totalmente desaconsejable, ya que podemos provocar un accidente: si dejamos que el coche caiga por su propia inercia, puede embalarse y que perdamos el control del mismo.

Y no solo eso: cuando llegue el momento de parar tendremos que abusar de los frenos más de lo normal, sobre todo si la pendiente es muy pronunciada, lo que reduce de forma considerable la vida útil de los discos, las pastillas y el líquido de frenos. Incluso puede deformar los discos, causando fuertes vibraciones en el volante.

Lo mejor es circular con una marcha engranada y frenar con freno motor para un mejor control del coche

El motor: el gran damnificado

El motor del coche es, sin duda, la gran víctima de esta práctica errónea. Circular en punto muerto y, por tanto, a revoluciones muy bajas, puede dar lugar a diferentes problemas.

Por un lado, puede ser que el propulsor no se refrigere ni lubrique correctamente. Aunque al ralentí el motor no tiene que soportar mucho esfuerzo, si la temperatura exterior es excesivamente alta, la refrigeración puede verse afectada.

Por otra parte, circular a revoluciones muy bajas hace que ciertos elementos, como la válvula EGR, el catalizador o el filtro de partículas, acumulen una gran cantidad de carbonilla, sobre todo en los diésel.

Además, someter el propulsor a este sobreesfuerzo es muy perjudicial, sobre todo para los vehículos con más años, ya que puede dañar elementos como las bielas o los casquillos del cigüeñal, o causar fallos en las poleas y los tensores de las correas.

Además de los problemas mecánicos y de seguridad que conlleva avanzar en punto muerto, no hay que perder de vista que es una práctica prohibida. Así pues, podemos concluir que circular en punto muerto no solo no ahorra combustible, sino que puede suponer un gasto extra en el taller o en multas.